Si estás aquí, quiero contarte algo de mí.

Durante mucho tiempo pensé que ser fuerte significaba no mostrar mis heridas, cumplir con todo y con todos, aunque por dentro me sintiera cansada o perdida.

Me exigía demasiado, me comparaba, y en silencio me preguntaba:

‘¿Cuándo me voy a sentir suficiente?’

La vida me puso frente a momentos que me rompieron… y fue ahí donde descubrí que la verdadera fortaleza no estaba en resistirlo todo, sino en aprender a soltar, pedir ayuda y reconocer mi sensibilidad como mi mayor fuerza.

La resiliencia se convirtió en mi camino: aprender a caer y volver a levantarme, pero distinta, más consciente, más auténtica.

Hoy comparto este espacio porque sé que no soy la única que ha sentido ese peso de exigirse demasiado o de dudar de su propio valor.

Mi historia me enseñó que la sensibilidad no es debilidad, sino un puente hacia la conexión profunda con la vida y con los demás.

Por eso estoy aquí: para acompañarte a transformar tus propias experiencias en sabiduría y descubrir la abundancia emocional y personal que ya está dentro de ti.

Quiero contarte uno de los momentos que más me han transformado: el día que decidí apostar por mí.

Tenía un empleo fijo, de esos que te dan seguridad en el bolsillo… pero también me llenaban de ansiedad, de noches sin dormir y de esa sensación de estar viviendo una vida que no era realmente mía.

Ese día, con miedo en el estómago pero con esperanza en el corazón, decidí soltar lo conocido y empezar a caminar hacia lo que de verdad deseaba. No fue fácil, pero fue auténtico. Y ahí entendí que la resiliencia también es elegirnos, incluso cuando el camino da vértigo.